Uso ético de la información geográfica ¿Preocuparnos o prepararnos?

El volumen creciente de datos geográficos disponibles multiplica las posibilidades de usos y aplicaciones, y sus beneficios son incuestionables.

Sin embargo, ¿pueden existir riesgos en la protección de datos personales a partir de un mal manejo de los mismos? ¿Es posible tomar decisiones basadas en usos inadecuados de datos geográficos que perjudiquen la vida de las personas, sus bienes o los recursos naturales? ¿Puede la ‘deep fake geography’ o geografía falsa, influir en el comportamiento de las comunidades?

Estos son algunos de los interrogantes a los que busca dar respuesta una investigación en la que participa un equipo de la Universidad Nacional de Córdoba. 

Un mundo de geoinformación ¿Sin límites?

Cada vez disponemos de una mayor cantidad de datos geográficos, más accesibles y fáciles de usar. Las misiones satelitales como las del programa de la Unión Europea Sentinel, o de SAOCOM, impulsado en nuestro país por la CONAE, producen información de calidad, disponibles para cualquier usuario.

A nivel de cartografías, OpenStreetMap y la iniciativa Overture Maps, producen y/o integran datos geoespaciales de acceso libre, que incluyen temas de gran valor, como domicilios y siluetas de edificaciones en todo el mundo. En nuestro país, es posible reconocer avances similares gracias a la Infraestructura de Datos Espaciales de la República Argentina, que a través de Argenmap (y su geoportal) pone a disposición cada vez más y mejores datos geoespaciales.

Plataformas como Google Earth Engine multiplican el aprovechamiento de grandes volúmenes de datos, y consorcios globales por el establecimiento de estándares, como el Open Geospatial Consortium, facilitan y hacen cada vez más eficiente la interoperabilidad y uso de la información geográfica abierta.

El caso de la Provincia de Córdoba es un claro ejemplo de ese proceso a nivel local. El geoportal oficial Mapas Córdoba, que se puso en línea en 2018, actualmente cuenta con casi 170 mapas y más de 660 geoservicios.

Este ecosistema de datos se ve impulsado por la inteligencia artificial. La integración de algoritmos con herramientas de geoinformación -que dio lugar al concepto de GeoIA-, multiplica el volumen de datos disponibles. Sin embargo, no se debe olvidar que los datos obtenidos de estos modelos son muy sensibles a los de entrada, y a las decisiones de los profesionales que intervienen.

Los beneficios están claros. Pero, ¿pueden existir riesgos derivados del uso inadecuado de tantos datos? ¿Es importante discutir acerca de ciertos recaudos y consideraciones éticas que tanto productores como usuarios deben seguir?

Uso ético de datos e información

Para la comunidad geo, las consideraciones éticas en el uso de los datos geográficos es un tema que comenzó a tomar mayor relevancia en la última década.

Tal vez la primera etapa de esa evolución comienza en la década del ‘60, con el surgimiento de las tecnologías CAD y GIS. Esa época se centró en la digitalización de la información y la búsqueda de una mayor eficiencia en su manejo. 

A partir de 1990, la profesionalización de la tecnología GIS y los inicios de las IDE dieron lugar a una nueva etapa, que se caracterizó por crecientes volúmenes de datos, su apertura y usos multifinalitarios. 

Desde el año 2000 se comienzan a destacar como prioridades, la calidad y la interoperabilidad de los datos, bajo estándares, mediante el desarrollo de infraestructuras de conocimiento y el uso de la geoinformación en diversos ámbitos de la sociedad (spatially enabled society). 

Alrededor de 2015, es posible reconocer una cuarta etapa, centrada en la explotación automatizada de los datos (GeoIA) y las preocupaciones por el uso ético de la información y la tecnología (Imagen 1)

Imagen 1. Evolución y paradigmas en el manejo de los datos geoespaciales. Elaboración propia.

En este contexto, diversas iniciativas vienen trabajando por el uso responsable de datos. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) publicó en 2019 un documento de orientaciones en la materia, donde ofrece un marco de referencia para la gestión ética de los datos en el sector público. 

En 2020, una revisión de la Estrategia Federal de Datos del Gobierno de los Estados Unidos incluyó un “Marco de Ética de Datos”, que proporciona un conjunto de principios para líderes y usuarios, en la toma de decisiones éticas al adquirir, gestionar y/o utilizar datos públicos federales.

El Open Data Institute (ODI), una organización sin fines de lucro con sede en Reino Unido, desarrolla recursos y herramientas para apoyar a diversas instituciones a generar confianza y capacidad en la gestión y uso de los datos. Una de esas herramientas es el Data Ethics Canvas, una guía de autodiagnóstico que permite identificar y gestionar problemas éticos en el ciclo de gestión de datos.

De acuerdo a ODI, la ética en el uso de los datos es una rama “que evalúa las prácticas en la gestión de datos con el potencial de tener un impacto adverso en las personas y la sociedad, tanto en la recopilación, intercambio y/o el uso de los datos”.

Todas estas iniciativas coinciden en dos aspectos. En primer lugar, en la importancia de sensibilizar y educar en esta temática, en un contexto de datos abiertos e interoperables y grandes capacidades de cómputo y analítica. En segundo lugar, coinciden en que las consideraciones éticas deben estar presentes en todo el ciclo de vida de los datos, desde su recolección, hasta su publicación (BID, 2019).

¿Cuál es el estado de situación y los desafíos en nuestro país y la región?

El Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH) apoya una investigación sobre la enseñanza del uso ético de los datos geográficos, de la que participan las universidades de la República (Uruguay), Córdoba (Argentina), Brasilia (Brasil), Pontificia Católica de Chile y de Panamá, junto a miembros de la Red Académica de UN-GGIM Américas.

Una encuesta realizada a principios de año entre académicos de los países participantes, -sobre una base de más de 100 respuestas- identificó que en el 31% de materias o cursos de grado y posgrado, los docentes incluyen contenidos vinculados con el uso responsable y ético de la información geoespacial. 

Sin embargo, destacan limitaciones como la falta de presencia formal de estos contenidos en los programas de estudio, la escasa formación especializada de los docentes y la carencia de materiales específicos para trabajar con los alumnos.

Conforme los estudios del equipo de investigación, la ética en el uso de los datos geográficos tiene varias dimensiones y aspectos concurrentes que es necesario estudiar, analizar y profundizar. A priori, pueden reconocerse 3 dimensiones principales

En primer término, la relacionada con las ‘características intrínsecas’ de los datos, donde se identifican aspectos como la estructura de los mismos, si son geoespaciales o de tipo alfanumérico, geolocalizables, si se trata de datos públicos o generados por particulares, si representan fenómenos territoriales, naturales o culturales, o se trata de datos personales. También, acerca de la unidad espacial de representación y/o granularidad con que se representan los datos, aspectos relacionados con la calidad o si se trata de datos derivados u originarios.

Una segunda dimensión tiene relación con el ‘uso de los datos’. En este grupo se reconocen aspectos como el fin para el que fueron desarrollados, su manipulación responsable, transparencia, comprensión del impacto derivado de su uso, utilización en armonía con el interés general, y sin perjuicio a terceros. Asimismo, tiene que ver con conocer y considerar los metadatos, las políticas de licenciamiento y normativas que deben observarse.

Por último, una tercera dimensión involucra a los ‘actores’ relacionados con las distintas instancias del ciclo de vida de los datos. En este caso, las consideraciones éticas difieren si se trata de los productores de los datos, quiénes deben velar por la pertinencia de las metodologías, documentar metadatos, cumplir normativas relacionadas, entre otros aspectos. 

Del mismo modo, las comunidades de profesionales, académicos y científicos deben comprender el impacto del uso de los datos en la vida de las personas, los bienes y el ambiente, asegurar una comunicación de resultados objetiva o científica y seguir marcos formales de conducta ética. 

Los usuarios finales y otros usos masivos, también deben observar aspectos éticos. Por caso, usar los datos conforme a su finalidad, considerar los metadatos, la calidad de los datos, entre otros.

Cómo prepararnos y contribuir

Tomar dimensión de la existencia de posibles riesgos ante usos inadecuados o antiéticos de los datos, es el primer paso. El segundo es promover directrices y prácticas éticas en el uso de la información geográfica en nuestra comunidad.

La discusión no busca cuestionar el avance de las tecnologías ni de las políticas de desarrollo y apertura de datos, sino en cómo las personas trabajamos y usamos esos recursos. 

La digitalización, las normas de calidad y la apertura de los datos públicos, por ejemplo, son oportunidades únicas para afrontar mejor ciertos desafíos como las emergencias ante desastres naturales, el cuidado del ambiente, la vida urbana, o la promoción de estados más eficientes. Pero, ello no significa que no se deban procurar ciertas reglas y recaudos en cómo  y para qué usamos la información geográfica.

¿Nos ayudás a comprender mejor estos temas? Podés contactarte con el grupo de investigación y compartir inquietudes, casos particulares y riesgos que adviertas, entre otras consultas o comentarios.

Rosario Casanova, coordinadora general, e-mail: [email protected]

Mario Piumetto, investigador para Argentina, e-mail: [email protected]

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Por Agrim. Mario Piumetto,
Facultad de Cs. Exactas Físicas y Naturales (FCEFyN)
Universidad Nacional de Córdoba

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